Hay que romper un mito. En la absoluta mayoría de los casos
en los que los perros dan problemas el culpable es el humano que comete el
error de humanizar la conducta del perro, de considerar al perro como mascota
y/o no dejar que el perro se realice como perro. Y si seguimos las siguientes
instrucciones nos ahorraremos un montón de problemas.
Un perro no es un muñeco, tampoco es un juguete. El perro es
el primer animal domesticado por el hombre hace 14000 años, 4 milenios antes
que el resto de los animales domésticos. Y eso es por una razón.
Lo que menos le hacía falta al hombre de la Edad del Hielo
es una carga. No se podía permitir el lujo de tener mascotas. Según los
descubrimientos arqueológicos de Oriente Medio, el primer “perro” sería un lobo
solitario que se acercó a los poblados humanos en busca de los restos de la
caza. Su instinto le llevaría a colaborar en la caza, accediendo a los restos
productos de la limpieza, tripas, huesos y diversos órganos internos. Es
posible que defendiera la entrada de la cueva durante la noche, o detectara la
presencia de algún ocupante peligroso, osos de las cavernas, leones o tigres
dientes de sable. Lo que es seguro es que se creó una relación simbiótica entre
ese lobo solitario y el grupo humano.
Desde entonces se fue haciendo una selección artificial de
animales según la necesidad del momento: olfato y agilidad para la caza,
fiereza y lealtad para guarda y defensa, docilidad y sumisión para animal de
compañía o “calienta-camas”. Pero siempre el perro ocupa un lugar dentro de la
tribu.
Actualmente, hay cientos de razas de perros, cada una
“creada” con un determinado carácter según el trabajo que debe realizar. Por
eso es tan importante hacerse una serie de preguntas antes de elegir un perro,
la primera, la más importante:
¿De verdad quiero un
perro?
Es una pregunta obligatoria.
Un perro requiere responsabilidad, es un ser vivo que tiene unas necesidades, y
nosotros nos obligamos a dárselas. Si no estamos dispuestos a tener sacrificios
no merece la pena que nos planteemos la idea de tener perro pues tenerlo
conlleva muchos inconvenientes: no podemos ir a cualquier sitio, pues no en
todos los sitios admiten perros. En caso de hacer un viaje, tenemos que
procurarle un sitio al perro, y no hacer que la familia cargue con el cada fin
de semana. Luego están las vacunas, los pises, las cacas, los ladridos, los
olores, las visitas al veterinario y al peluquero. Hay que darle de comer,
sacarle de paseo, convivir con él y con sus problemas, etc. Si lo que quieres es una mascota, piensa mejor
en peces de colores. Un perro no es una
mascota. Un perro no es un animal de decoración.
Si tu respuesta sigue siendo afirmativa ahí va la siguiente
pregunta.
¿Qué perro, de qué
raza, de qué tamaño?
No todas las razas son aptas para todas las personas y no
hay que dejarse guiar por la pena o el Ego a la hora de elegir perro. Hay que
buscar un perro que se amolde a tu carácter, pues su trata de una convivencia
de 12 o 15 años, por lo que la afinidad de caracteres aumenta las posibilidades
de una buena relación. Si somos de carácter sedentario, debemos abstenernos de
adoptar perros de trabajo tipo border collie o aussie, pues son perros que
tienen una gran necesidad de ejercicio y tenerlos confinados en el interior
puede ser frustrante para ellos, dando origen a problemas de ansiedad, ladrido
excesivo, micciones inadecuadas, agresividad, etc. Si somos sedentarios
busquemos un perro sedentario, un chiguagua, un yorkie, un galgo (aunque no lo
parezca, el galgo es uno de los perros más tranquilos) También hay que
considerar el espacio del que disponemos. Esa misma persona sedentaria, si
dispone de mucho terreno cerca de casa, y está dispuesta a darle al perro un
par de horas de esparcimiento, puede elegir ese border o ese aussie. Lo que no
se puede hacer es elegir un perro de esos si vivimos en un piso pequeño de una
gran ciudad. Hay que adaptar el espacio al perro, no el perro al espacio.
¿Para qué quiero un
perro?
De la respuesta dependerá mucho la raza, el tamaño, el
carácter del animal. Lo normal es que la gente busque un perro de
compañía. O lo que es lo mismo,
chiguaguas, yorkies, Shin-tzu, pomeranian, bichón… Un dobermann no es un perro
de compañía, es un perro de guardia y defensa. Un cocker no es un perro de
compañía, es un perro de caza. ¿Quiere decir esto que no los debemos elegir?
No. Significa que tenemos que saber que
perro elegir según para que queramos el perro. Una buena idea es consultar
primero la clasificación raza de la FCI, pensar en adoptar un mestizo, visitar
después perreras, albergues, protectoras. O preguntar en criaderos, somos
libres. Pero siempre hay que tener en cuenta que vamos a convivir de 12 a 15 años con un ser vivo que tiene
necesidades. Y la selección del perro según su carácter y tamaño nos va a
facilitar tanto la convivencia como los posibles adiestramientos que queramos
darle, ya sea obediencia básica, avanzada deportiva, caza, guardia y defensa,
servicio, terapia, etc.
Lo importante es no elegir un perro para sentirse bien con
uno mismo, o por pena, glamour, Ego, o cualquier otro error de la psique
humana, si no por una necesidad real y siempre asumiendo las responsabilidades
que conlleva tener perro.
¿Cachorro o adulto?
A la hora de adoptar la edad no importa. Un perro adulto
también se puede adaptar a un nuevo entorno si no tiene ningún problema
subyacente. Cualquier perro que haya pasado una etapa de readaptación en una
protectora responsable es totalmente apto para la adopción y no dará más
problemas que los normales. Además, los perros adultos tienen ya todas las
tareas aprendidas y en apenas una semana se acoplarán a la familia en cuanto
vean que hay comida regularmente. No se sabe si los perros añoran a sus
antiguos dueños, pero sí que se pueden adaptar a dueños nuevos.
El cachorro, que normalmente viene de criadero, tiene un
problema específico y es que suelen venir sin socializar. Esto significa que
todo el proceso que con el perro adulto no tenemos que hacer porque este ya lo
tiene inculcado, tenemos que llevarlo a cabo con el cachorro. Tiene que
habituarse al entorno, a la gente, a otros perros, a cosas como bicicletas,
ruidos, coches. Tiene que aprender a hacer sus cosas en el sitio designado, a
pasear con la correa. Pero es un proceso alucinante que si se lleva con
responsabilidad puede dar muchas
satisfacciones.
En definitiva, elegir uno u otro tiene sus pros y sus
contras, y tenemos que tenerlo en cuenta a la hora de adoptar un cachorro o un
adulto.
Y después, ¿qué?
Ya tenemos elegido perro, ahora tenemos que tener en cuenta
las necesidades sicológicas del perro. Por mucho que suene raro, la mayoría de
los problemas que vamos a tener se van a deber a inadaptaciones con el medio
ambiente o con nosotros. La psique del perro es muy sencilla y es en esa
sencillez en donde radica sus problemas, dado que nosotros tenemos una vida
demasiado artificial para que un ser que no separa el pasado del futuro, que su
lenguaje no tiene recursividad, y que no es capaz de razonar los porqués de la
moral humana pueda aceptar con normalidad las situaciones cotidianas a las que
se va a enfrentar. Tenemos que recordar que debemos adaptar el espacio al perro, no el perro al espacio, por lo
que debemos entender que muchos de los comportamientos que nosotros
consideramos inadecuados son aceptables para ellos. Por eso lo primero que
tenemos que aprender es a tener paciencia y buen humor.
Habrá cosas que no sepamos, y eso es normal. Nadie sabe
todo. Y para eso he abierto el blog, para tratar de despejar algunas dudas y
poner mis recursos a disposición de todos los lectores. De la misma manera que
acudimos al veterinario cuando hay un problema de salud, deberíamos ver con
normalidad acudir a un profesional de la terapia conductista canina para
resolver problemas de conducta, socialización, o de terapia sociológica, o para
aprender técnicas de cambio de conducta.
Lo primero que hay que aceptar, y no me cansaré de decirlo
hasta la saciedad, es que un perro es un perro, y que hay que tratarlo como
tal. Creedme, no vais a ofender a vuestro perro si le tratáis como un perro. En
realidad es lo que le va a hacer más feliz. Hay que tener en cuenta que el
perro va a formar parte de la familia, por lo tanto va a asumir un status
dentro de la familia y a jugar el rol correspondiente a ese status. Si desde
pequeñito le dejamos claro cuál es ese status nos ahorraremos muchos problemas
futuros. Pero, ¿Cómo se define el status en un animal?
En realidad no es tan difícil. Ellos ya tienen en sus genes
la necesidad de formar parte de un grupo. Son animales gregarios, como
nosotros, y es precisamente esa necesidad biológica la que, sumada a nuestra
empatía, hizo posible su domesticación. Puede que sea incluso el único animal
puramente doméstico, pues otros animales de nuestro entorno, como ovejas,
gallinas, quizás los caballos, son animales que no sienten ningún apego por la
casa, y si se pueden escapar, se escapan. Sin embargo el perro, aunque duerma
en la calle, nunca se alejará del domicilio familiar. Y ya vienen “programados”
genéticamente para hacerse un sitio dentro del grupo. Lo único que tenemos que
hacer es poner límites. Y tener muy claro lo que son actitudes adecuadas,
inadecuadas e intolerables, como ya se explicó en la primera entrada.
Es el momento de volver a explicar los conceptos de
jerarquía, dominancia y sumisión. Hay quien dice que es imposible una relación
de dominancia entre dos especies diferentes, pero la realidad es que sí. El
individuo A es dominante sobre el
individuo B cuando impone su voluntad sobre él. Si yo digo al perro “ven aquí”
y el perro viene soy dominante sobre él. Si él se somete a mi voluntad se crea
una relación jerárquica en la que yo ocupo un sitio más alto en la escala, mi
status es superior al suyo.
Pero yo voy un paso más allá, pues lo que me interesa es
llegar a una relación simbiótica plena con mis perros, es decir, colaborar en
todas las situaciones de la vida. Para ello hay que conocer el lenguaje de los
perros, y aceptar la flexibilidad en la relación jerárquica. Pero antes de
poder confiar en tu perro, debes pasar un proceso de adiestramiento en el que
el individuo dominante debes ser tú, que eres el adulto. Así el individuo dominante es el que controla
la situación, independientemente del status que ocupe dentro del grupo. Esto
puede ser tomado como una conducta inadecuada en el caso de ser el perro el que
se muestre dominante, por ejemplo si a la hora de pasear va delante de
nosotros, o si se vuelve incomprensiblemente rebelde. Debemos usar el instinto
para determinar la razón de su actitud. En el caso de ir delante, en realidad
no es una actitud dominante, pues siempre va a ir a donde nosotros vayamos. El
ir delante es el modo de exploración. Si detecta algo extraño, se parará y esperará
a que lleguemos. Y lo mismo pasa con esa rebeldía repentina.
Lo adecuado en nosotros es observar todos los indicios de
nuestro perro para determinar cuál es la mejor manera de actuar. Somos un equipo, ellos ponen el instinto,
nosotros la razón.
Mediante la observación empezamos a conocer a nuestro perro.
Si se niega a entrar en la caseta, debemos esperar que haya algo o “alguien” en
ella. Si revuelve la manta, quizás tenga frio y quiera taparse. Si desecha la
comida, es posible que no tenga hambre o que la comida esté en mal estado.
Antes de juzgar una actitud debemos averiguar si hay una razón para ello. Es
normal que los perros ladren, una vez o dos, o tres. Pero si están todo el día
ladrando y el ladrido suena a nervioso, es casi seguro que esté pasando un
proceso de ansiedad o de frustración. No es normal que un perro se haga sus
cosas en la habitación en donde duerme. Los sacos anales están llenos de
feromonas que esparcen por doquier para mostrarse al mundo. Esas feromonas, que
también están en la orina, son su seña de identidad. Cualquier perro que las
detecte sabrá de él, o de ella, y nuestro perro también sabrá de otros
congéneres de la misma forma. Por eso, si se lo hace en casa es señal de que
algo va mal. Puede ser algún problema gástrico, o estrés, ansiedad, miedo, etc.
Si nuestro perro no quiere jugar, si está triste en un rincón, si tiene un
temperamento arisco incluso mal genio, debemos pensar primero que es posible que esté enfermos, y
muestre esa apatía o ese mal genio como síntoma psicológico de la enfermedad,
pues de la misma manera que a nosotros se nos cambia el humor cuando estamos enfermos,
a ellos les pasa lo mismo. Y aunque una actitud intolerable siempre es una
actitud intolerable, debemos tratar de averiguar cuál es el origen de ese mal
humor antes de pensar en deshacernos del perro.
Siempre es importante mantener esa relación jerárquica
mientras que el perro esté en periodo de aprendizaje, y la primera disciplina
es la de la cadena. Para que no de problemas con el paseo, debe entender que
cuando va atado, va atado. Para ello no está de más dejarle atado un día a
algún sitio del que no pueda soltarse. Así aprende a no luchar contra la cadena
y a “someterse” a la situación. Cuando comprenda que de la cadena no puede
huir, dejará de tirar de ella.