¿Debemos castigar a los perros? ¿Cómo hacerlo?
Primero deberíamos analizar qué son los refuerzos, porqué
los clasificamos en positivos y negativos, para que sirven y como se usan.
Un refuerzo es una acción que se realiza para dar más fuerza
a la impresión de una orden o una corrección de conducta inadecuada. El
refuerzo se basa en la personalidad y carácter del perro.
Los perros tienen un carácter hedonista. Sólo hacen lo que
les parece divertido, y rehúsan lo que no les divierte, que les causa malestar,
o simplemente aquello que les da “mal royo”. El refuerzo positivo debe ir en la
línea de proporcionar al perro como premio alguna cosa divertida cuando su
conducta es la correcta. Así relaciona las buenas acciones con el premio que va
a recibir después. Si se utiliza en exceso puede tener resultados
contradictorios, aunque también útiles. Por ejemplo, si le damos una golosina
(refuerzo positivo) cuando nos da la pata, no le enseñamos a dar la pata, si no
a pedir golosinas. Pero aunque parezca contradictorio, el perro aprenderá a que
cuando quiera algo, como salir a la calle para hacer sus cosas, se acerque a la
puerta, se siente y nos levante la pata. Hemos convertido un error de enseñanza
en algo positivo.
El refuerzo negativo debe ir más allá del “no”. Para el
perro un “no” no significa nada si no lo ponemos dentro de un contexto, como es
el castigo.
El castigo no es sinónimo de maltrato, pero si no se aplica
correctamente puede llegar a serlo. Si el perro defeca en un lugar inadecuado,
como el salon de la casa encima de la moqueta, no debemos castigarlo cuando
vemos el “regalo”, pues el perro sólo he hecho sus necesidades, que por otro
lado, en algún sitio tenía que hacerlas. En este caso bastaría con estar al tanto
y llevarle al sitio adecuado en el momento en el que muestra indicios de hacer
sus cosas.
El castigo no es un estacazo, un correazo, una patada. El
castigo es una acción mesurada, limitada y que sólo se debe realizar cuando no
queda otra, y siempre para evitar un mal mayor. Por ejemplo, si estamos
enseñando a que el perro se siente al llegar al bordillo antes de cruzar la
calle y que espere a que le demos la orden de seguir, y no obedece después de
haberlo intentado con todo tipo de refuerzos positivos, tenemos que usar el golpe
de voz.
El golpe de voz no es una cadena de gritos histéricos, si no
una voz fuerte, con tono de enfado que va acompañada de un tirón de la cadena.
Generalmente funciona a la primera, y el perro aprende que está realizando una
acción que no nos gusta. El perro lleva en sus genes la voluntad de hacernos
felices, por lo que nuestro enfado es un buen refuerzo negativo. Y debemos
acompañar al golpe de voz con un gesto de enfado. Los perros entienden
perfectamente los estados de ánimo y sólo con esa acción es suficiente.
¿Por qué no debemos pegarles? Pues simplemente porque ellos
no comprenden el castigo físico. De hecho el refuerzo negativo, el castigo,
incluso el deplorable castigo físico no sirve de nada si no se realiza en el
preciso instante en el que el perro está realizando la acción inadecuada, pues
el perro no relacionaría el castigo con la acción a reprimir.
Parece difícil, pero no lo es. Simplemente debemos dejarnos
llevar por la naturaleza. Cuando elegimos tener un perro, (para saber cómo
elegir la raza del perro ver artículo anterior) nos debemos guiar por las
emociones y entender que adoptar un perro es un acto de amor. Si seguimos ese
instinto, ya que el amor es un sentimiento, y que los perros entienden los
sentimientos y reaccionan a ellos, no deberíamos tener nunca la necesidad de
aplicar ningún refuerzo negativo, y mucho menos un castigo. Además también
hemos explicado anteriormente, como las serotonina incrementa tanto la memoria
como la velocidad y calidad del aprendizaje. Si hacemos que nuestro perro sea
feliz, este nos devolverá esa felicidad multiplicadas por siete.