martes, 26 de marzo de 2013

Adiestramiento canino, cursos teoricos gratuitos. Practicas económicas.

Para los interesados en avanzar en el conocimiento de los perros he escrito este blog.
No dudeis en poneros en contacto conmigo en el correo elchicodeloslobos@hotmail.com en saturzetaadiestrador@gmail.com o en el blog.
Hay posibilidad de acampada libre en zona vigilada, con autocaravana, remolque o tienda. Barbacoa.
Tambien alojamientos rurales.
Para pasar un fin de semana de escandaloooooo

martes, 19 de marzo de 2013

FASES DE LA EDUCACIÓN DE BASE


La educación de base tiene como objetivos:

 

-          Crear una estructura jerárquica que para que el perro viva en un entorno en el que se sienta seguro. Ya hemos visto que todos los cachorros son inseguros, y que necesitan una personalidad fuerte para poder desarrollar su personalidad desde la felicidad. Ya tendrán tiempo de ser libres cuando sean responsables. Seguro que nadie quiere que su cachorro muera atropellado por un coche o sufras las heridas de un mordisco por que no obedeció las ordenes de “quieto” y “ven aquí”. Y para eso es necesario crear una entidad dominante sobre el cachorro y sus situaciones vitales para darle toda la seguridad posible. Esa jerarquía también le ayudará a encontrar su status dentro de la familia y a desarrollar el rol más adecuado a su carácter.

-          Establecer vínculos afectivos que refuerzan la relación jerárquica que, cuando el cachorro de sus primeras muestras de sensatez, empezará a ser flexible, dándole cada vez más libertad, siempre y cuando obedezca a la primera. Y también a aprender a jugar, a respetar los límites establecidos, que se irán ampliando según la confianza que vayamos ganando con él.

-          La habituación a los estímulos a los que se va a someter el animal durante su vida, ascensores, otros perros, gente, bicicletas, coches, ruidos y olores. Para ello es inevitable superar una fase de dominancia, en el que el perro se debe someter, sí o sí, a las órdenes dadas, sobre todo al “quieto”, al “calla”, y a otras que tienen como fin enseñarle a controlar los impulsos que le llegan de su  instinto.

-          Aprender juegos y órdenes que de mayor pueden ser útiles. Desde que el perro nace está aprendiendo. Y hay que aprovechar que el periodo en el que están más receptivos son los seis primeros meses de vida para inculcar conductas adecuadas y extinguir las inadecuadas.

 

 

Nadie tiene un método definitivo de cómo se debe hacer todo el proceso, unos hablan de positivismo, otros de condicionamiento clásico. Cualquier método es bueno, siempre que respete la naturaleza de animal, porque nunca se nos puede olvidar que debemos adecuar el entorno al perro, no el perro al entorno. Por eso, lo mejor es indicar cuales son las fases de desarrollo del cachorro, y la tarea que hay que hacer en cada momento.

 

Los perros aprenden cosas desde el momento en el que nacen. Nada más llegar a este mundo comienza la primera fase, que dura hasta las 8 semanas más o menos, en la que el cachorro está en la fase de “bebé”. En esta primera fase es esencial que estén junto a la madre, pues no sólo tendrán beneficios del calostro, la leche materna, que les inmunizará contra muchas enfermedades, aparte de que les aportará los nutrientes necesarios para su desarrollo, sino que  tendrán un primer contacto con otros perros, sus hermanos, y la interacción con ellos les hará más sociables, y facilitará la socialización. Los primeros 15 o 20 días, sólo comen y duermen, pero van aprendiendo a determinadas conductas a través de la impronta, (impriting) Lo que aprendan en esas dos primeras semanas no se les olvidara en la vida. Si el perro pasa los dos primeros meses de su vida con su madre no sólo tendrá más posibilidades de sobrevivir a cualquier enfermedad, sino que también será más sociable, más inteligente, aprenderá más rápido, crecerá más sano… Merece la pena esperar al destete para adoptar un cachorro, pues un perro “huérfano” crecerá en peores condiciones por muchos cuidados que pongamos en él. Nada es mejor que una madre.

En esta primera fase apenas vamos a poder interactuar con ellos, a menos que sea un cachorro huérfano, y de hacerlo sólo sería en el sentido de que se vaya habituando a relacionarse con humanos. Por ello evitaremos juegos violentos que puedan hacerles daño, aunque se puede jugar con ellos “a la pelotita”, con una bola de trapo para no dañarles los dientes, estimulando el ejercicio, procurando que se diviertan. Así implantaremos la idea de que jugar con el humano es bueno, y le situaremos en posición muy receptiva para que en la siguiente fase empiece a aprender órdenes a partir del juego.

 

A los dos meses se le puede hacer el test de Campbell, que aunque es un método predictivo no científico, puede ayudar a predecir cuál va a ser el carácter de nuestro perro, y prevenir los problemas que puedan venir por ser excesivamente dominante o excesivamente sumiso o independiente. Si quieres saber más sobre el test, pulsa aquí. www.testdecambell.com

 

La siguiente fase es la más importante en la educación del perro. Va desde los 2 a los 6 meses, y es la etapa infantil. Durante esta fase el cachorro empieza a desarrollar su carácter y se dan uno o dos picos de agresividad debidos al incremento de la producción de adrenalina, que interviene en el proceso de crecimiento y desarrollo. Es importante estar al tanto de estos momentos pues, aunque nunca se debe consentir una conducta agresiva, debemos entender que en este caso la conducta es inadecuada pues se debe a la estimulación de la adrenalina. Debemos parar el comportamiento agresivo y desviar su atención hacia el juego. En este momento le podemos empezar a guiar en lo que va a ser su vida futura, si es un perro de caza, jugaremos a la caza, si es un perro de compañía, fomentaremos los comportamientos dóciles, si es un perro guardián, guiaremos su agresividad y dominancia hacía juegos de acción, correr, saltar.

En esta fase se aprenden las órdenes básicas, siéntate, ven aquí, tumbado, quieto, junto, dame la pata, y las que se nos vayan ocurriendo. El método de enseñanza es sencillo: Primero, buen humor, verlo como un juego. No hay que alterarse, porque el perro interpreta nuestros sentimientos y estará mucho más receptivo ante una persona que le ofrece diversión que ante otra que le amenaza con un castigo. Segundo, una orden al día, y al día siguiente repasamos lo que sabemos. No hay que aturullar al cachorro con varias órdenes de golpe, pues lo único que conseguiremos es agotarle, desviará su atención, nosotros nos frustraremos, ellos se despistarán más, en definitiva, un círculo vicioso que lleva al desastre. Hay que empezar con la máxima de que el adiestramiento completo no se culmina en un día. Es más, se prolonga durante toda la vida.

 

El aprendizaje de las órdenes.

 

Para que el perro aprenda las órdenes, hay varios métodos, y todos funcionan. Yo voy a aportar el mío. ¿Funciona? A mí sí, pero claro, depende del perro, algunos son más reacios a aprender ordenes que otro, depende de su carácter. Un perro equilibrado tendiendo a dominante es lo ideal para tener un perro que haga muchos “trucos”, pero todos pueden aprender lo mismo, sólo que con unos hay que tener más paciencia que con otros.

 

El “Ven aquí”. La orden internacional es “cam” o “kom” depende de si usamos el método inglés o alemán. Pero tiene un inconveniente. Si tenemos que aprender un idioma, para luego enseñárselo al perro perderemos unas décimas de segundo importantísimas a la hora de dar una orden. Por lo que lo ideal es hacer una seña que nos salga automáticamente. Podemos indicarle con la mano, o golpearnos la parte exterior del muslo, a donde lleguemos sin agacharnos. Si se la enseñamos de cachorro, podemos aprovechar el instinto natural del perro de venir a nosotros cuando nos agachamos. En ese momento decimos “ven aquí” o nos golpeamos la pierna. Cuando llegue, le damos un premio, sólo las primeras veces, luego sobra con una caricia sonriendo. Lo importante es poner al perro un estímulo lo suficientemente positivo como para que deje de hacer lo que está haciendo y venga a nosotros. Más adelante la orden “ven aquí” se dará sólo cuando vaya seguida de otra, como “quieto” o alguna de acción, como “busca”, “guarda”, etc. también el “ven aquí” seguido del “quieto” servirá para frenar un comportamiento inadecuado, como perseguir gatos, correr detrás de los coches, subirse encima de la gente, etc.

 

El “quieto”.  También se puede usar “chisttt” que vale también para “calla”. Las dos  son órdenes represivas, por lo que cambiando el énfasis de alegre a enfadado podemos usarlas como imposición o correctivo. También se usa en adiestramiento avanzado como orden tranquilizadora o para habituarle a animales, como gallinas o gatos. El quieto tiene como función la de detener la acción del animal. Es decir, si vemos que comienza un comportamiento inadecuado, un quieto a tiempo evitará que se convierta en intolerable. Para inculcárselo, no queda más remedio que usar la cadena. Colocada a la altura de la nuca, daremos un pequeño tironcito con un giro de muñeca en el momento de que se produzca una acción inadecuada, o un ladrido inadecuado. El quieto y el calla, son dos órdenes que no se aprenden jugando, sino aplicando la dominancia y la sumisión. Quizás son las únicas en las que el respeto a la jerarquía sea indispensable, por lo que no debemos se pusilánimes a la hora de darlas, pues esa pequeña disciplina puede primero salvarle la vida al perro, y después facilitar la convivencia.

 

“Siéntate”. Es una orden muy  sencilla de enseñar, pues forma parte del vocabulario del perro. Una vez que ha aprendido el “calla”, en un entorno en donde no haya ninguna distracción, solos en casa después del paseo, por ejemplo, nos agachamos delante de él con una salchicha y se la enseñamos por encima de la nariz, sin que la coja. El tratará de saltar hacía ella, nosotros le damos la orden de “quieto” con autoridad, seguida de la de siéntate a la vez que bajamos la salchicha. Tarde o temprano se sentará mirando la salchicha, pues es su forma de decir “estoy esperando”. En ese momento le damos la salchicha. Y así siempre que le demos comida le diremos “siéntate” y no se la daremos hasta que no se siente.

 

“Tumbado”. Desde la orden siéntate, llevamos la mano hasta el suelo, a la vez que decimos “tumbado”. Instintivamente el perro se tumbará. Cuando lo haya hecho le pasamos la mano por el pecho debajo de las costillas en sentido caudal, rascándole. Él se tumbará patas arriba y entonces le rascamos la barriga. Esta postura, lejos de mostrar sometimiento, es una muestra de cariño con la que nos dice que acepta nuestra posición. Mostrar sumisión, de forma voluntaria, no sometimiento, que siempre es obligado, es la forma en la que el perro te dice que va a aceptar tu status dentro de la familia.

 

“Dame la pata”. Es una de las órdenes en las que se aplica a rajatabla en condicionamiento clásico. Para obtener una recompensa tienes que realizar una acción. Es una orden complementaria al “siéntate” y además de ser una especie de juego puede convertirse en una seña convencional con la que el perro aprende a decir “dame”. Desde el sentado, con la salchicha en la mano izquierda mostramos la palma de la mano derecha por debajo de su hocico, y decimos “pata”. Le damos un palmeo con la mano en la pata delantera, a la vez que repetimos pata, mostrando la salchicha. Cuando el perro comprenda que para tener la salchicha tiene que poner la pata en la palma de tu mano lo hará inmediatamente. Y luego, cada vez que quiera una salchicha, o cualquier otra cosa, hará una seña dando la pata.

 

“Junto”. Cómo orden tiene carácter represivo, pues busca que el perro se pegue a nosotros mientras caminamos. Es una orden que se puede utilizar para que no tire de la cadena y que nos siga, y la forma de enseñarla es igual que la de “quieto”. Atado con el collar a la altura de la nuca, con un leve tironcillo. Insisto, es mi método porque entiendo que si es una orden represiva hay que utilizar la dominancia. Seguramente haya métodos positivistas que logren el mismo resultado sin atar nunca al perro. Pero sólo funcionan con perros equilibrados o sumisos. Cada perro es un mundo y el método se debe adaptar a cada perro.

Pero por otro lado, el “junto” forma parte del vocabulario del perro y significa “yo te acompaño”, o “estoy contigo apoyándote”. El perro cuando quiere darte su apoyo, ya sea físico o emocional, se coloca de pie pegado a tu pierna, en pleno contacto. Si tienes la mano a su altura, la “morderá” cariñosamente. Eso es un “beso” o un abrazo en idioma canino. Por lo que la orden de junto no debería ser difícil de aprender si el perro está debidamente socializado con la familia.

 

Para otras ordenes, trucos, hay que empezar desde el juego, teniendo en cuenta que siempre tenemos que haber conseguido antes  equilibrar a nuestro perro, mejorando el temple y el carácter. Puede hacerse el muerto, buscar cosas, juegos como la pelotita, el frisbi, el corre que te pillo. Traer el periódico, las zapatillas. Para todos ellos hay que entender que lo que más le gusta al perro es pasárselo bien, y que disfruta viéndonos disfrutar. Por eso, si tenemos el suficiente sentido del humor, la suficiente paciencia y ganas, podemos hacer que nuestro perro aprenda un montón de trucos jugando con él un rato al día. Porque tenemos 15 años de convivencia por delante, y eso son muchos días.

 

miércoles, 13 de marzo de 2013

Evitar problemas de conducta


Hay que romper un mito. En la absoluta mayoría de los casos en los que los perros dan problemas el culpable es el humano que comete el error de humanizar la conducta del perro, de considerar al perro como mascota y/o no dejar que el perro se realice como perro. Y si seguimos las siguientes instrucciones nos ahorraremos un montón de problemas.

Un perro no es un muñeco, tampoco es un juguete. El perro es el primer animal domesticado por el hombre hace 14000 años, 4 milenios antes que el resto de los animales domésticos. Y eso es por una razón.

Lo que menos le hacía falta al hombre de la Edad del Hielo es una carga. No se podía permitir el lujo de tener mascotas. Según los descubrimientos arqueológicos de Oriente Medio, el primer “perro” sería un lobo solitario que se acercó a los poblados humanos en busca de los restos de la caza. Su instinto le llevaría a colaborar en la caza, accediendo a los restos productos de la limpieza, tripas, huesos y diversos órganos internos. Es posible que defendiera la entrada de la cueva durante la noche, o detectara la presencia de algún ocupante peligroso, osos de las cavernas, leones o tigres dientes de sable. Lo que es seguro es que se creó una relación simbiótica entre ese lobo solitario y el grupo humano.

Desde entonces se fue haciendo una selección artificial de animales según la necesidad del momento: olfato y agilidad para la caza, fiereza y lealtad para guarda y defensa, docilidad y sumisión para animal de compañía o “calienta-camas”. Pero siempre el perro ocupa un lugar dentro de la tribu.

Actualmente, hay cientos de razas de perros, cada una “creada” con un determinado carácter según el trabajo que debe realizar. Por eso es tan importante hacerse una serie de preguntas antes de elegir un perro, la primera, la más importante:

 

¿De verdad quiero un perro?

 

 Es una pregunta obligatoria. Un perro requiere responsabilidad, es un ser vivo que tiene unas necesidades, y nosotros nos obligamos a dárselas. Si no estamos dispuestos a tener sacrificios no merece la pena que nos planteemos la idea de tener perro pues tenerlo conlleva muchos inconvenientes: no podemos ir a cualquier sitio, pues no en todos los sitios admiten perros. En caso de hacer un viaje, tenemos que procurarle un sitio al perro, y no hacer que la familia cargue con el cada fin de semana. Luego están las vacunas, los pises, las cacas, los ladridos, los olores, las visitas al veterinario y al peluquero. Hay que darle de comer, sacarle de paseo, convivir con él y con sus problemas, etc.  Si lo que quieres es una mascota, piensa mejor en peces de colores. Un perro no es una mascota. Un perro no es un animal de decoración.

Si tu respuesta sigue siendo afirmativa ahí va la siguiente pregunta.

 

¿Qué perro, de qué raza, de qué tamaño?

 

No todas las razas son aptas para todas las personas y no hay que dejarse guiar por la pena o el Ego a la hora de elegir perro. Hay que buscar un perro que se amolde a tu carácter, pues su trata de una convivencia de 12 o 15 años, por lo que la afinidad de caracteres aumenta las posibilidades de una buena relación. Si somos de carácter sedentario, debemos abstenernos de adoptar perros de trabajo tipo border collie o aussie, pues son perros que tienen una gran necesidad de ejercicio y tenerlos confinados en el interior puede ser frustrante para ellos, dando origen a problemas de ansiedad, ladrido excesivo, micciones inadecuadas, agresividad, etc. Si somos sedentarios busquemos un perro sedentario, un chiguagua, un yorkie, un galgo (aunque no lo parezca, el galgo es uno de los perros más tranquilos) También hay que considerar el espacio del que disponemos. Esa misma persona sedentaria, si dispone de mucho terreno cerca de casa, y está dispuesta a darle al perro un par de horas de esparcimiento, puede elegir ese border o ese aussie. Lo que no se puede hacer es elegir un perro de esos si vivimos en un piso pequeño de una gran ciudad. Hay que adaptar el espacio al perro, no el perro al espacio.

 

¿Para qué quiero un perro?

 

De la respuesta dependerá mucho la raza, el tamaño, el carácter del animal. Lo normal es que la gente busque un perro de compañía.  O lo que es lo mismo, chiguaguas, yorkies, Shin-tzu, pomeranian, bichón… Un dobermann no es un perro de compañía, es un perro de guardia y defensa. Un cocker no es un perro de compañía, es un perro de caza. ¿Quiere decir esto que no los debemos elegir? No. Significa que tenemos que saber que perro elegir según para que queramos el perro. Una buena idea es consultar primero la clasificación raza de la FCI, pensar en adoptar un mestizo, visitar después perreras, albergues, protectoras. O preguntar en criaderos, somos libres. Pero siempre hay que tener en cuenta que vamos a convivir de 12 a 15 años con un ser vivo que tiene necesidades. Y la selección del perro según su carácter y tamaño nos va a facilitar tanto la convivencia como los posibles adiestramientos que queramos darle, ya sea obediencia básica, avanzada deportiva, caza, guardia y defensa, servicio, terapia, etc.

Lo importante es no elegir un perro para sentirse bien con uno mismo, o por pena, glamour, Ego, o cualquier otro error de la psique humana, si no por una necesidad real y siempre asumiendo las responsabilidades que conlleva tener perro.

 

¿Cachorro o adulto?

 

A la hora de adoptar la edad no importa. Un perro adulto también se puede adaptar a un nuevo entorno si no tiene ningún problema subyacente. Cualquier perro que haya pasado una etapa de readaptación en una protectora responsable es totalmente apto para la adopción y no dará más problemas que los normales. Además, los perros adultos tienen ya todas las tareas aprendidas y en apenas una semana se acoplarán a la familia en cuanto vean que hay comida regularmente. No se sabe si los perros añoran a sus antiguos dueños, pero sí que se pueden adaptar a dueños nuevos.

El cachorro, que normalmente viene de criadero, tiene un problema específico y es que suelen venir sin socializar. Esto significa que todo el proceso que con el perro adulto no tenemos que hacer porque este ya lo tiene inculcado, tenemos que llevarlo a cabo con el cachorro. Tiene que habituarse al entorno, a la gente, a otros perros, a cosas como bicicletas, ruidos, coches. Tiene que aprender a hacer sus cosas en el sitio designado, a pasear con la correa. Pero es un proceso alucinante que si se lleva con responsabilidad  puede dar muchas satisfacciones.

En definitiva, elegir uno u otro tiene sus pros y sus contras, y tenemos que tenerlo en cuenta a la hora de adoptar un cachorro o un adulto.

 

Y después, ¿qué?

 

Ya tenemos elegido perro, ahora tenemos que tener en cuenta las necesidades sicológicas del perro. Por mucho que suene raro, la mayoría de los problemas que vamos a tener se van a deber a inadaptaciones con el medio ambiente o con nosotros. La psique del perro es muy sencilla y es en esa sencillez en donde radica sus problemas, dado que nosotros tenemos una vida demasiado artificial para que un ser que no separa el pasado del futuro, que su lenguaje no tiene recursividad, y que no es capaz de razonar los porqués de la moral humana pueda aceptar con normalidad las situaciones cotidianas a las que se va a enfrentar. Tenemos que recordar que debemos adaptar el espacio al perro, no el perro al espacio, por lo que debemos entender que muchos de los comportamientos que nosotros consideramos inadecuados son aceptables para ellos. Por eso lo primero que tenemos que aprender es a tener paciencia y buen humor.

Habrá cosas que no sepamos, y eso es normal. Nadie sabe todo. Y para eso he abierto el blog, para tratar de despejar algunas dudas y poner mis recursos a disposición de todos los lectores. De la misma manera que acudimos al veterinario cuando hay un problema de salud, deberíamos ver con normalidad acudir a un profesional de la terapia conductista canina para resolver problemas de conducta, socialización, o de terapia sociológica, o para aprender técnicas de cambio de conducta.

 

Lo primero que hay que aceptar, y no me cansaré de decirlo hasta la saciedad, es que un perro es un perro, y que hay que tratarlo como tal. Creedme, no vais a ofender a vuestro perro si le tratáis como un perro. En realidad es lo que le va a hacer más feliz. Hay que tener en cuenta que el perro va a formar parte de la familia, por lo tanto va a asumir un status dentro de la familia y a jugar el rol correspondiente a ese status. Si desde pequeñito le dejamos claro cuál es ese status nos ahorraremos muchos problemas futuros. Pero, ¿Cómo se define el status en un animal?

 

En realidad no es tan difícil. Ellos ya tienen en sus genes la necesidad de formar parte de un grupo. Son animales gregarios, como nosotros, y es precisamente esa necesidad biológica la que, sumada a nuestra empatía, hizo posible su domesticación. Puede que sea incluso el único animal puramente doméstico, pues otros animales de nuestro entorno, como ovejas, gallinas, quizás los caballos, son animales que no sienten ningún apego por la casa, y si se pueden escapar, se escapan. Sin embargo el perro, aunque duerma en la calle, nunca se alejará del domicilio familiar. Y ya vienen “programados” genéticamente para hacerse un sitio dentro del grupo. Lo único que tenemos que hacer es poner límites. Y tener muy claro lo que son actitudes adecuadas, inadecuadas e intolerables, como ya se explicó en la primera entrada.

 

Es el momento de volver a explicar los conceptos de jerarquía, dominancia y sumisión. Hay quien dice que es imposible una relación de dominancia entre dos especies diferentes, pero la realidad es que sí. El individuo A es dominante sobre  el individuo B cuando impone su voluntad sobre él. Si yo digo al perro “ven aquí” y el perro viene soy dominante sobre él. Si él se somete a mi voluntad se crea una relación jerárquica en la que yo ocupo un sitio más alto en la escala, mi status es superior al suyo.

 

Pero yo voy un paso más allá, pues lo que me interesa es llegar a una relación simbiótica plena con mis perros, es decir, colaborar en todas las situaciones de la vida. Para ello hay que conocer el lenguaje de los perros, y aceptar la flexibilidad en la relación jerárquica. Pero antes de poder confiar en tu perro, debes pasar un proceso de adiestramiento en el que el individuo dominante debes ser tú, que eres el adulto. Así el individuo dominante es el que controla la situación, independientemente del status que ocupe dentro del grupo. Esto puede ser tomado como una conducta inadecuada en el caso de ser el perro el que se muestre dominante, por ejemplo si a la hora de pasear va delante de nosotros, o si se vuelve incomprensiblemente rebelde. Debemos usar el instinto para determinar la razón de su actitud. En el caso de ir delante, en realidad no es una actitud dominante, pues siempre va a ir a donde nosotros vayamos. El ir delante es el modo de exploración. Si detecta algo extraño, se parará y esperará a que lleguemos. Y lo mismo pasa con esa rebeldía repentina.

 

Lo adecuado en nosotros es observar todos los indicios de nuestro perro para determinar cuál es la mejor manera de actuar. Somos un equipo, ellos ponen el instinto, nosotros la razón.

 

Mediante la observación empezamos a conocer a nuestro perro. Si se niega a entrar en la caseta, debemos esperar que haya algo o “alguien” en ella. Si revuelve la manta, quizás tenga frio y quiera taparse. Si desecha la comida, es posible que no tenga hambre o que la comida esté en mal estado. Antes de juzgar una actitud debemos averiguar si hay una razón para ello. Es normal que los perros ladren, una vez o dos, o tres. Pero si están todo el día ladrando y el ladrido suena a nervioso, es casi seguro que esté pasando un proceso de ansiedad o de frustración. No es normal que un perro se haga sus cosas en la habitación en donde duerme. Los sacos anales están llenos de feromonas que esparcen por doquier para mostrarse al mundo. Esas feromonas, que también están en la orina, son su seña de identidad. Cualquier perro que las detecte sabrá de él, o de ella, y nuestro perro también sabrá de otros congéneres de la misma forma. Por eso, si se lo hace en casa es señal de que algo va mal. Puede ser algún problema gástrico, o estrés, ansiedad, miedo, etc. Si nuestro perro no quiere jugar, si está triste en un rincón, si tiene un temperamento arisco incluso mal genio, debemos pensar  primero que es posible que esté enfermos, y muestre esa apatía o ese mal genio como síntoma psicológico de la enfermedad, pues de la misma manera que a nosotros se nos cambia el humor cuando estamos enfermos, a ellos les pasa lo mismo. Y aunque una actitud intolerable siempre es una actitud intolerable, debemos tratar de averiguar cuál es el origen de ese mal humor antes de pensar en deshacernos del perro.

 

Siempre es importante mantener esa relación jerárquica mientras que el perro esté en periodo de aprendizaje, y la primera disciplina es la de la cadena. Para que no de problemas con el paseo, debe entender que cuando va atado, va atado. Para ello no está de más dejarle atado un día a algún sitio del que no pueda soltarse. Así aprende a no luchar contra la cadena y a “someterse” a la situación. Cuando comprenda que de la cadena no puede huir, dejará de tirar de ella.

 

 

 

jueves, 7 de marzo de 2013

DIVERSAS SEÑAS DEL IDIOMA DE LOS PERROS. COMO CAMBIAR CONDUCTAS 1ª PARTE


 


 

Mucha gente ha leído ya lo que se ha convertido en libro de culto para todos los amantes de los perros. Este libro es “Señales de Calma”, de Turid Rugass. La escritora describe hasta 30 señales de calma con las que el perro “dice cosas” al humano. No son las únicas. Hay muchas más señales, incluido el “no, paso”, “sígueme”, además de las señales convencionales, como el “dame”, “comida”, “rico o bien”, “malo o mal”.  Para reconocer estas señales tenemos que tener en cuenta que los perros no razonan de la misma manera que nosotros, que en ellos manda el instinto y que sólo utilizan la razón cuando el instinto se agota. Por ello tenemos que poner nuestra mente en la misma frecuencia que la suya, o sea que tenemos que usar el instinto antes que la razón. A la hora de extinguir un comportamiento inadecuado o intolerable, debemos actuar de la misma manera, instintivamente, pues la razón es mucha más lenta, necesita explicaciones y no hay tiempo de darlas. Tenemos que aplicar un “quieto” y “ven aquí” en el momento de la mala acción. Pero eso se verá más detalladamente cuando se analicen algunos de los gestos más habituales de los perros y su significado.

 

La primera es el “no, paso”. Cuando damos una orden al perro y este no quiere hacerla, por la razón que sea, baja la mirada, gira las orejas, saca la lengua como haciendo burla y se gira en sentido contrario, todo en un solo gesto.  No tiene por qué ser un comportamiento inadecuado, simplemente es una manifestación de voluntad. Si insistimos en la orden, la aceptará de mala gana. Por lo tanto, esa señal nos debería hacer reflexionar sobre si estamos dando una orden adecuada o no. En el mismo sentido hay un gesto que indica que estamos haciendo algo mal o inadecuado, lo he observado más en animales grandes, como pastores alemanes o mastines. Se ponen delante de nosotros en el sentido de la marcha impidiéndonos el paso, con gesto en cara de sumisión, orejas hacia atrás y leve sonrisa, “smiling”. Significa que hay algo en el camino o en nuestra acción que supone un peligro o no es adecuado.

 

El “sígueme” lo habremos observado más de uno. Este gesto tiene variables según el tamaño del perro, pero suele empezar con un giro de columna, enroscándose como una pescadilla, mirándonos con gesto de sumisión y “smiling”. Seguidamente miran con el cuerpo recto en la dirección que quiera ir y dependiendo del perro, un animal sumiso se situará detrás de nosotros incitándonos a andar, y un dominante se pondrá delante haciéndonos una seña con la cabeza para que le sigamos. Los dos gestos pueden ir acompañado con un ladrido o un lloriqueo. Suele significar que han visto algo y nos lo quieren enseñar, y en los perros de instinto de guardia o vigilancia, el gesto nos indica que en esa dirección hay algo que les preocupa, o algún intruso. En los perros de caza, este gesto suele indicar la dirección en el que está la presa. En el argot de los cazadores se llama “muestra”. Ese gesto de muestra es el que utilizan los perros para indicar una dirección. El rabo también juega un papel importante a la hora de determinar qué nos quiere enseñar el perro. Si es algo divertido, o viene alguien conocido, moverá el rabo de un lado a otro, o “bailará la bachata” con los cuartos traseros si el animal tiene el rabo amputado. Si lo que ha detectado es un peligro o un intruso, el rabo estará en posición horizontal o caerá recto hacia el suelo. Si lo esconde entre las piernas, es que muestra miedo del estímulo, y tenderá a esconderse detrás de nosotros.

 

Para el “rico o bien”, se relamen con gusto, mostrando después una actitud de juego, bailando con las cuatro patas, moviendo el rabo, agachando las patas delanteras, etc.,  mientras que para el “malo o mal” hacen un “no” y después se sientan dándote la espalda. Si además miran al horizonte, es que has hecho “muy mal”.

 

El “dame” es uno de los signos convencionales, por lo que cada dueño tiene su versión con sus perros. Ellos no piden las cosas, directamente las cogen, cediendo el animal sumiso su sitio al dominante. En la naturaleza el “dame” lo hacen adoptando posición de cachorro, agachándose de las cuatro patas y levantando la cabeza hacia la boca del otro perro, lamiéndole el belfo. Es una reminiscencia del animal cachorro que lame la boca de la madre para incitarla a vomitar. Yo he “convenido” con los míos en un gesto distinto que indica el dame: “siéntate”, “dame la pata”, y entonces le doy la “salchicha”. Cuando el perro quiere salchicha, o algún “caramelo”, se sienta, levanta la pata y se relame, y hace la “muestra” mirando al sitio en donde están los caramelos. Pero el dame no vale sólo para esto, también lo hacen para pedir cosas, como juguetes, agua, que enciendas la estufa, que les tapes con la manta. En general, para cualquier seña hay que entender que para ellos es más fácil, realizar una seña de origen instintivo que razonar un gesto. Para que les enciendas la estufa, se ponen al lado de esta, y te miran temblando. O para que les tapes con la manta, se ponen encima de la manta y la rascan con las patas, haciendo ruido para llamar la atención. Este último gesto también vale para que levantes algo, como una piedra, palos, tierra. Indica que hay algo que les llama la atención en ese lugar.

 

El “déjame en paz, pesao”, es una de las señas más graciosas que hacen. Cuando están tumbados tranquilos y les tiras suavemente del rabo, hacen un “no” seguido de una lamida de manos, apartándose de tu lado. Ellos entienden las bromas, pero a veces, igual que nosotros, no están de humor. Hay que saber interpretar estas señales para darles su espacio, pues a veces necesitan estar solos, por ejemplo cuando quieren echarse la siesta. Los perros no duermen como nosotros, 8 horas seguidas. Como la mayoría de los animales, dan cabezadas cuando se sienten seguros. Si llevan tiempo sin dormir, buscan un sitio apartado y escondido, o calentito si es invierno y ¡a dormir!

 

Una de las señales que he observado en los perros guardianes es la de “tranquilo, que yo me ocupo”. Te miran y con gesto sumiso lanzan un lametazo al aire, imitando el lamido de una madre a sus cachorros, para luego volver a su labor de vigilancia. Es una señal curiosa y que deberíamos recompensar si queremos que nuestro perro sea un guardián eficiente. Al reconocer su labor, le estimulamos para mejorar en esa tarea. Y como muestra, el final de este video, en el que Kira me dice "tranquilo, yo me ocupo" en un momento de alarma. Detrás de los matojos había un zorro.


y despues de desaparecido el peligro

http://www.youtube.com/watch?v=GVAUHV_UxOM

El “aquí espero”.  Esa seña es muy conocida por los adiestradores pues incitan al perro a sentarse mostrándole una golosina. El animal se sienta, pues es un gesto que indica que espera que realices una acción. También en el caso de un perro “pesao” o que muestra una actitud inadecuada, se sientan para indicar que esperan que cambie su comportamiento. Por supuesto, en el caso de que un perro nos muestre agresividad, no debemos sentarnos, pues podemos incitarle a atacar, al verse en una posición dominante.

 

El “hola, buenas” es otra seña muy conocida. Se acercan (o te esperan mientras te acercas) en actitud sumisa moviendo el rabo de lado a lado. Normalmente, cuando tienen mucha confianza, suelen poner las patas encima de la visita, o de nosotros mismos. Eso es una incitación a jugar, pues piensan que la familiaridad les da libertad para proponer juegos.

 

“Vamos a jugar”.  Esta seña la realizan agachando las patas delanteras, manteniendo levantadas las traseras. También es la posición desde la que se aprende la orden de “túmbate”, pues ningún perro en actitud dominante se tumbará mientras conserve esta actitud. Más adelante indicaremos como cambiar la actitud de un perro, tanto de dominante a sumisa, como de sumisa a dominante (esencial para extinguir el miedo). A partir de la seña de “a jugar” todo lo que pase se considera “una broma”, así que si queremos estimular al perro miedoso con juegos de pelea, debemos hacer la seña antes de iniciar el juego, y suspender este al primer indicio de sumisión. También es un “vamos a jugar” si te miran en actitud agresiva, gruñendo, mientras mueven el rabo. Normalmente hacen esta seña si se trata de un juego de perseguir o de tirar la pelota.

 

“Perdona, me he pasado”. Cuando durante el juego se les “va la mano” y hacen daño al compañero, sea este una persona u otro perro, paran inmediatamente y se acercan en actitud sumisa, echando las orejas hacia atrás y abriendo mucho los ojos como diciendo: “ups, me pasé”. Después de esto el otro perro suele hacer un “tranquilo, no pasa nada”, dándole un lametón en el labio o haciendo la seña de “vamos a jugar”, depende del carácter dominante o sumiso del perro dañado, respectivamente.

 

Una señal sonora bastante habitual, sobre todo en perros pequeños es el “¡Eh! ¡Que estoy aquí”. Normalmente es un gruñido, pero también puede ser un solo ladrido. Aunque en su mente se ven como perros grandes, el mundo les parece de gigantes, y suelen recurrir a las señales sonoras más habitualmente que los perros más grandes. Esa es la razón por la que los perros pequeños tiendan a ser tan escandalosos. La mejor manera de eliminar el ladrido inadecuado la veremos a continuación.

 

 

 

COMO CAMBIAR LA ACTITUD DE UN PERRO.

 

El error más común que comete la gente con sus perros es la de recompensar las actitudes inadecuadas, cómo cuando le cogemos en brazos cuando se muestra agresivo, y castigar las correctas que no se toman como tales, como la del gruñido como señal de atención en los perros pequeños. En general, los perros suelen ser animales sumisos que tienen muchos problemas de inseguridad, lo que les hace ser agresivos si no son socializados adecuadamente. Pero en el caso de tener un perro conflictivo no debemos tirar la toalla, todos los problemas tienen solución si tienes las herramientas adecuadas.

Cómo hemos visto, la mayor parte de los problemas surgen de la falta de comunicación o de atención entre perros y humanos. En el caso de conflicto debemos actuar de la siguiente manera:

 

-          Tenemos que descartar cualquier problema veterinario que pueda ser el causante de una conducta inadecuada, como la displasia típica del pastor alemán, que le causa cambios repentinos de humor por el dolor, o en el caso de defecaciones inadecuadas, mirar si está descompuesto y el animal no puede contenerlas. En cualquier caso, siempre que nuestro animal tenga un cambio repentino de conducta, debemos acudir al veterinario para descartar cualquier problema de salud. Aunque tampoco debemos ser pejigueras en demasía. Los perros también tienen sus días malos en los que es mejor dejarles solos. De todas maneras una conducta inadecuada es una conducta inadecuada y debe ser corregida de inmediato en el caso de darse, independientemente de que se deba a un malestar o no. El perro puede aprender que la violencia es siempre la solución, convirtiéndose en lo que se llama un animal resabiado.

-          Volvemos a lo dicho, nosotros, como propietarios somos los únicos responsables en evaluar que comportamiento es el correcto, inadecuado o intolerable, dependiendo del rol que queramos que juegue el perro dentro de la familia. Debemos recompensar las iniciativas de dominancia en caso de querer un perro guardián y corregir las conductas agresivas siempre. Hay comportamientos que son intolerables siempre aunque parezcan un juego, como el de jugar a pelear tirándose mordiscos al cuello, pues no es un juego inocente sino que busca la implantación de una jerarquía, que en el caso de no ser aceptada puede dar origen a peleas continuas.

-          En el caso de perros excesivamente dominantes, podemos ponernos un poco bruscos con ellos sin llegar a los golpes, que siempre son inútiles. Una cara de enfado cumple mucho mejor la función de regañina, y si corregimos el mal comportamiento apenas sse manifiesta con un leve tirón de correa, se erradica de inmediato. Para los perros excesivamente sumisos el proceso es el contrario. Debemos darles confianza con la habituación progresiva al estímulo, dejando que ocupen lugares de alta jerarquía, como tumbarse a nuestro lado en el sofá, o darles de comer de la mesa. (esto sólo en los primeros momentos de terapia y cómo estímulo positivo, después a comer en su plato y a dormir en su cestito). Con esto conseguiremos que el perro dominante sea más tranquilo y que el sumiso sea más equilibrado y más confiado.