La jerarquía e inteligencia en el mundo de los perros.
La idea de jerarquía dentro de una manada nos ha seducido a
todos alguna vez. Ciertamente, si observamos un grupo de perros vemos que hay
algunos más dominantes que otros, otros son más tranquilos, otros más
juguetones. Pero, ¿es posible la jerarquía dentro de una manada de perros? La
respuesta rápida es que no, y cuando analicemos lo que es la jerarquía nos
daremos cuenta de que no es posible, por lo menos como la entendemos.
La jerarquía es una forma de organizar una sociedad en base
a unos principios morales impuestos por la cúspide de esa sociedad, que suele
tener una estructura piramidal. El ejército es una sociedad jerárquica, igual
que la iglesia o un club de futbol. Debemos, y ese es el espíritu de una
jerarquía, aceptar las normas, tanto organizativas como morales de ese grupo,
si queremos pertenecer a esas sociedades.
En el mundo de los perros eso no se da. Pero sí se organizan
siguiendo los mismos parámetros que nosotros, los humanos, juntándose en grupos
de individuos que tienen un carácter compatible, y según los recursos que se
encuentren en el entorno. No necesitamos mirar muy lejos de donde estamos para
darnos cuenta que nuestro grupo está formado por gente con la que nos llevamos bien. Los perros también
eligen sus amistades entre individuos
con los que se llevan bien. Y tiene su explicación: el perro es un animal
gregario que necesita al grupo para poder cazar su alimento y defenderse de sus
depredadores. (Es curioso ver como a los perros les gusta correr junto a otros
perros. Si tienes perro deberías experimentarlo si no lo haces) Para los
perros, la unión hace la fuerza, y
como veremos, en el mundo de los perros rige la ley del más fuerte.
Los caracteres básicos del perro son tres. Se denominan
dominancia, sumisión e independencia. La
personalidad de cada perro depende del porcentaje que le aporte cada carácter. El
perro equilibrado es el que armoniza los tres caracteres. Estos grupos y la
forma de equilibrar a un perro están explicados en la anterior entrada.
Los perros forman un grupo, no una manada, pues esta tiene
connotaciones familiares, que en los perros se pueden dar o no, depende de las
circunstancias. Un grupo puede formarse con individuos de distintas razas, sin
que haya ningún vínculo familiar entre ellos. Y no hay ningún ordenamiento
moral que agrupe a los individuos, solamente la compatibilidad de caracteres,
por lo que habrá que estar muy atento se teniendo perro queremos adoptar otro.
Actúan según las circunstancias, y muestran el carácter según la situación,
dominando, por este orden, el más fuerte físicamente, el de más fuerte carácter
o el más inteligente. Siempre compiten por los recursos si merece la pena. Si
tenemos un grupo de 10 perros, y les damos carne cruda de comer en un montón,
el perro más fuerte peleará para comer el primero. Pero si en vez de una comida
muy palatable les damos pienso seco, el perro más fuerte se mostrará
indiferente ante la comida, si no tiene hambre.
Lo mismo pasa si les encerramos juntos en un chenil. Si metemos a dos
perros de carecer fuerte en el mismo sitio es posible, o seguro, que se pelearán
por el rincón más confortable. Por lo que a la hora de adoptar un segundo perro
debemos compatibilizar esos caracteres: si nuestro perro es dominante,
busquemos uno sumiso, si es sumiso, otro sumiso o equilibrado. El perro
independiente suele ser desobediente, “va a su bola”. Si queremos adoptar un
perro dominante, de carácter fuerte, debemos estar preparados para corregir
conductas agresivas en cuanto lleguemos a casa. Lo mejor que podemos hacer a la
hora de adoptar un perro es dejarnos aconsejar por un experto.
Cuando observamos estas conductas nos puede parecer que se
está estableciendo un principio de jerarquía, pero no es así. Es simplemente la
ley del más fuerte.
Pero, ¿se puede encontrar algún tipo de organización social
dentro de un grupo de perros? Sí. Y aquí es donde entra el concepto de “líder”.
En un grupo de perros no hay un líder absoluto. El humano
que vive con ellos no es líder, es el más fuerte, o debería serlo. Y ellos
siguen la ley del más fuerte. Pero a veces desobedecen por diversas razones. Ya
hemos comentado que el perro puede mostrar agresividad o indiferencia según el
alimento que le ofrezcamos. Esto nos hace deducir que “eligen” según sus gustos
o necesidades. De la misma forma, el estado de calma y sumisión sólo se
manifiesta cuando el perro quiere. Ese estado de calma es el que muestra si no
tiene nada mejor que hacer, cuando no recibe ningún estímulo o simplemente
cuando no le interesa la actividad que se está desarrollando. Pero en
determinadas circunstancias se convierten en seguidores, si hay un estímulo
positivo que lo provoque, por ejemplo cuando a un “venakí” le añadimos un
“toma” mostrando un premio. Ellos se suman a esa actividad que alguno ha
propuesto, como un “hevistounconejo”, dependiendo de que les parezca buena idea
o no, como sucede en el tiro de perros del mushing o en los grupos de caza de
las realas. No es un auténtico liderazgo, pues esto significaría que existe una
jerarquía, y ya hemos visto que no.
Los perros se juntan en grupos de individuos con caracteres
compatibles, entre ellos se crean lazos de compañerismo y colaboran en la
búsqueda de recursos y en la defensa del grupo. (Instintivamente se colocan en
formación de caza cuando detectan una posible presa, formando un semicírculo
que trata de rodearla cortándole las salidas, y cada uno ocupa su puesto
permaneciendo al tanto de las reacciones de los otros miembros del grupo) Pero
no se establece ninguna relación de liderazgo. En esta formación de caza el más
fuerte o el más audaz inicia el ataque y los demás se suman. Un grupo de perros
es una anarquía a la que cada uno aporta según su fuerza, carácter o
inteligencia.
Y es precisamente en esa ausencia de seguidismo en donde
deberíamos buscar rasgos de inteligencia en el perro. Si un perro elige hacer
una cosa o no hacerla, de hacerla de una manera o de otra, de proponer alguna
actividad como el juego, la caza, el paseo, es señal de que en su cerebro hay un
proceso mental de discriminación de conductas y de actividades, lo que es un
indicio de pensamiento abstracto. Si me paro a pensar que hacer y visualizo la
acción, es signo de que soy capaz de imaginar, y por lo tanto de pensar y
razonar.
¿Y de comunicarse? A razonar se aprende, y a comunicarse
también, y eso lo sabemos muy bien los humanos, aunque nuestro pecado sea
tratar de racionalizarlo todo. El aprendizaje del lenguaje es eso, aprendizaje.
Porque una cosa es la razón y otra el racionalismo. Y los perros necesitan un
código para poder expresar sus deseos.
Ese código podemos (y debemos) enseñárselo nosotros.