miércoles, 27 de febrero de 2013

Curso de obediecia básica


El artículo 5º de la declaración universal de los derechos del animal dice en su apartado a:

Todo animal perteneciente  una especie que viva tradicionalmente en el entorno del hombre, tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de sus especie.

¿Qué significa esto? Pues que tenemos que respetar la naturaleza del perro. ¿Y cuál es esa naturaleza? En el caso del mal llamado perro, que en realidad es una raza de lobo, dado que le hemos apartado de su medio ambiente, esa declaración le otorga, y nosotros somos los responsables de garantizarlo, el derecho de crecer y vivir en un entorno lo más parecido posible al propio de su especie, y en el que se respete sus necesidades biológicas,  y se facilite su desarrollo físico, mental y emocional, para que su vida sea lo más enriquecedora posible.

¿Cuáles son entonces nuestras responsabilidades? Pues dado que en su entorno vivirían en manada, (en Europa las manadas se reducen a la mínima expresión de la pareja reproductora y sus cachorros  por la falta de recursos alimenticios por la caza indiscriminada de los animales de los que se alimenta y la sobreexplotación ganadera de los montes en donde caza) mal que nos pese nosotros debemos cumplir la función de esa manada, dándoles protección, reconocimiento y guía espiritual.

¿En qué consiste cada una de esas cosas? La protección ante su natural recelo a lo desconocido debe ser proporcionada, exponiéndole gradualmente a los estímulos externos cotidianos que se va a encontrar cada día, otros perros, personas extrañas, bicicletas, carros de la compra, coches, etc.,  para que vaya habituándose. No se puede sobreproteger al cachorro sin motivo, porque si no es capaz de resolver pequeñas cosas de cachorro no va a ser capaz de resolver situaciones comprometidas cuando sea adulto. Y para protegerle del daño estamos nosotros con nuestra constante vigilancia.

El reconocimiento es fácil de explicar, pero difícil de aplicar. A veces los cachorros muestran conductas de perro adulto, como un instinto especial para la caza, o para la vigilancia. Recompensar  esas conductas hará que el perro se sienta bien consigo mismo y se sentirá integrado en la manada, con lo que aumentará su autoestima y su motivación. Hay que premiar las buenas conductas.

La guía espiritual es la que suscita mayor polémica, porque se considera que los perros no tienen alma. Pero aquí no hablamos de religión, sino de biología. El espíritu es esa fuerza interior que te empuja a hacer cosas. Los humanos nos hemos colocado del filtro de la moral y pretendemos que los animales también tengan moral. Es un gran error. Los perros no pueden comprender el concepto de moral por que no razonan, (o sí, en ese caso sí podría aceptar una determinada moral, dado que esta, al igual que la razón se basa en la respuesta de los porqués). Sin embargo, sí entienden de límites. De hecho, en la naturaleza la manada les marca límites desde el mismo momento en el que nacen. La licencia de cachorro es un concepto etológico que dice que entre los 16 y 24 semanas entran en una primera etapa de rebeldía en la que se creen con derecho a hacer lo que les parezca. Esa etapa es esencial en su desarrollo porque les da la osadía necesaria para el aprendizaje. Pero la manada no consiente todo. Aquello que se pase del límite aceptable es reprimido con un fuerte correctivo: un gruñido con muestra de dientes, llegando al revolcón si el cachorro no cambia de actitud. Y todo esto sin causarle ningún daño. Pero al cachorro le queda claro que esa conducta no es tolerable.

Con el paso del tiempo esa etapa da paso a otra más difícil: la adolescencia. En ella se produce un segundo episodio de rebeldía que en muchos casos acaba con el abandono del animal. Y todo porque en su momento no se supo poner límites.

 

 

El perro tiene derecho a establecer comunicación con los otros miembros de la manada. Y si en las etapas de desarrollo hemos sido capaces de que el perro se haya desarrollado psíquica y emocionalmente como es natural según su especie, de adulto tendremos un perro inteligente, capaz, perfectamente educado y que nos devolverá con creces todo el trabajo que hemos invertido en su educación. Y esa comunicación tiene como medio la expresión corporal de las emociones.

Pero, ¿qué son las emociones? ¿La manifestación del alma? Sí y no. Las emociones son el producto de la reacción de diversos neurotransmisores en el espacio sináptico de las distintas zonas del cerebro, activando determinadas neuronas especializadas. Se ha descubierto que en algunas zonas del cerebro de los perros, (y de todos los mamíferos, muchas aves y algunos reptiles y peces) hay neuronas especializadas en la captación de serotonina, la droga de la felicidad, por lo que se deduce que los perros también tienen la capacidad de ser felices. Y también sienten orgullo, miedo, ira, amor. Todos esos sentimientos se producen como consecuencia de esas reacciones químicas cerebrales.

Por lo tanto, podemos provocar la aparición de esos sentimientos a partir de estímulos externos como la exposición visual a través de una expresión corporal adaptada a las morfologías de perros y humanos. Por ejemplo, nuestras manos se convierten en bocas y lenguas con las que mordemos (castigamos) o lamemos (premiamos, consolamos, reconocemos méritos)

Y si somos capaces de producir esos sentimientos, sabiendo que el lenguaje de los perros es meramente emocional, con algunas expresiones verbales de acción y unos pocos sustantivos, podemos llegar a tener la suficiente comunicación con los perros, (y con otros animales)  para ser capaces de entender lo que en algún momento nos quieran decir, como “no pases por ahí que hay un peligro” o “algo grave a pasado, ven a solucionarlo”.

La integración del perro en nuestra manada es el paso necesario para su desarrollo psíquico, emocional y físico. Nos hará felices haciéndole feliz.

 

 

Morfología comparada.

 

El origen del perro es incierto, aunque hay varias teorías sobre ello. La más aceptada es que los perros actuales derivan de los molosos euroasiáticos, como el pastor del Cáucaso, de haskies y de tipo splitz, y de los perros salvajes africanos, todos descendientes de lobos. La razón por la que el hombre decidió domesticar al lobo es también desconocida, quizás fuera un animal juguete en origen, cuando los cazadores llevaban al poblado crías de animales para que los niños aprendieran jugando conductas de caza. Probablemente alguien se diera cuanta de las cualidades del perro como guardián del poblado contra animales salvajes, o como auxiliar en la caza. Más tarde, en la edad media empezó a usarse perros pequeños como animales de compañía y guardianes de sueño. Perros como chiguaguas, shin-tzu, yorkshire, vigilaban el sueño de sus dueños avisando de los intrusos. La historia de las razas es muy compleja.

 

Fisiológicamente sólo se diferencian de los humanos en dos detalles: su morfología y su cerebro. Este último está formado, al igual que el de todos los mamíferos, de las mismas zonas delimitadas por neuronas especializadas. La diferencia está en el grosor del córtex cerebral, que en los perros es más delgado que en los humanos. Esto tiene una consecuencia clara y es que los perros no tienen la capacidad de razonar, aunque si tienen pensamientos, emociones y sentimientos.

¿Qué son los pensamientos y los sentimientos? Como ya he ha explicado más arriba, son ni más ni menos que el resultado de la reacción de los diferentes neurotransmisores al ser captados por el botón sináptico de las neuronas. El hipotálamo, órgano encargado de sintetizar los neurotransmisores, sintetiza entre otros, dopamina, serotonina, y otros estímulos internos, cuya función es estimular las neuronas, dando origen a pensamientos y sentimientos.

A través de los sentidos, llegan los estímulos externos que es la percepción de todo aquellos que nos rodea. Esos estímulos hacen que el cerebro reaccione de diferente manera según estos sean positivos o negativos. Según sea esta reacción el perro actuará de una manera o de otra.

Por lo tanto podemos llegar a una conclusión: se puede establecer una comunicación entre especies utilizando como medio los sentimientos como estímulos positivos o negativos a la hora de transmitir órdenes. Y no sólo entender la comunicación en un sentido, sino en los dos sentidos, dado que tanto nosotros como nuestro perro somos a la vez emisores y receptores en el acto comunicativo.

 

EL  ACTO COMUNICATIVO.

Para que el adiestramiento canino sea efectivo hay que tener en cuenta la forma en la que se estructura la comunicación entre dos sujetos.

La comunicación es la forma en la que un mensaje llega desde un emisor hasta un receptor. Ese mensaje debe estar codificado en un lenguaje que sea comprensible para las dos partes. Y para ello los dos cerebros deben estar en la misma sintonía. Es importante encontrar un medio de comunicación con nuestros perros porque, cómo son animales sociales como nosotros, necesitan, no sólo manifestar sus sentimientos y necesidades, sino tener la certeza de que su mensaje ha sido comprendido.

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Para que la comunicación con nuestros perros sea eficaz, debemos tener en cuenta la forma en la que las dos especies conocen el entorno en el que viven. El perro conoce el mundo de una forma distinta a la nuestra porque la forma en la que lo percibe es distinta. Ellos perciben el mundo a través de los sentidos del oído y del olfato principalmente, lo que hace que la parte del cerebro  que más usan es la instintiva-emocional, a diferencia nuestra que, al conocer el mundo a través de la vista, nos hacemos una idea más exacta de nuestro entorno, por lo que podemos usar más la parte lógica de nuestro cerebro. Esa es la razón por la que nosotros podemos usar un elemento abstracto como son las palabras para comunicarnos, mientras que ellos se comunican a través de gestos y sonidos guiados por las emociones.

Hay muchos métodos de adiestramiento, tantos como adiestradores, pero básicamente todos se basan en dos aspectos: el condicionamiento clásico, que es el sistema de premios y castigos, y el condicionamiento en positivo en el que premiamos las acciones deseables, privando de atención a las indeseables. No hay un método fijo, todo se condiciona al carácter del animal. En un animal dominante, el condicionamiento en positivo sólo tendrá efectividad cuando se corrige la dominancia del perro, mientras que en un animal extremadamente sumiso, el castigo puede crear problemas de fobias. Cómo en todo, hay que encontrar un término medio, y sobre todo, profundizar en la comunicación con el perro, aprovechar que somos la especie “dominante” para establecer un código de lenguaje, utilizando la necesidad de comunicación que tienen los perros con los demás individuos de su clan familiar.

Muchos de los problemas que se generan con los perros son porque el acto comunicativo no se desarrolla de forma efectiva, o directamente porque no lo hay, creando situaciones desagradables que, al no comprenderlas, pueden generar en el abandono del animal o episodios de malos tratos. Cuando cogemos un cachorro no tenemos en cuenta casi nunca que es un animal que tiene una necesidad de realizarse a sí mismo, de encontrar un sitio en el espacio en donde vive. El desarrollo sicológico de un perro es similar al humano, en relación a que tienen etapas similares a las humanas, pasando por los estadios infantil, adolescente, juvenil y adulto, cada uno de ellos con sus peculiaridades. Un adulto equilibrado debe llevar un adecuado proceso de socialización que empieza en el mismo momento en el que nace. Así, un cachorro nos puede parecer un juguetito, pero tenemos que tener en cuenta que necesita una serie de estímulos para que los problemas que nos va a dar en la etapa adolescente no sean demasiado graves, y para que pueda llevar un desarrollo sicológico más o menos adecuado. Está claro que la educación canina no son matemáticas, y que esa evolución depende de muchos factores que a priori son incógnitas, que tenemos que estar pendientes de esas variables impredecibles para tomar las decisiones más adecuadas a cada momento. Y no tener miedo de manifestar nuestros sentimientos a nuestras mascotas, pues es la forma en la que ellos se comunican. Es la manera en la que podemos acercarnos a ellos.

La parte lógica de cerebro animal es la que controla el aprendizaje de las órdenes básicas, el sit y el plas, y también la que hace que el perro elabore sus propios mensajes basados en gestos con los que se comunican con nosotros. Deberíamos entender el adiestramiento en los dos sentidos: no sólo enseñar al perro las ordenes, sino tratar de diferenciar los distintos mensajes que nos envían. Porque no nos debe caber la menor duda de que los perros “hablan” a su manera, y nuestra obligación como sujetos dominantes es comprender esos mensajes.

 

 

Jerarquía, dominancia y sumisión.

 

Los perros son animales gregarios que deben establecer una jerarquía dentro de la familia si queremos tener una convivencia agradable. El perro tiene el derecho, y debe, auto realizarse según los parámetros de su especie, y nosotros les debemos proporcionar los medios para que esto sea así. Pero esto no quita que el perro debe respetar unos determinados límites. Si esto no fuera así, no se podría controlar a un perro adiestrado en guardia y defensa, pues atacaría por su propia motivación. Sin embargo respeta la orden de la parte humana del equipo.

La dominancia se manifiesta con agresividad en perros inseguros. En la naturaleza el más agresivo y fuerte es el primero que come, estableciendo así una jerarquía básica. Sin embargo la actitud del macho frente a la hembra en el momento de la monta es de sumisión y la de la hembra frente al macho es de dominancia. La dominancia y la sumisión dependen del carácter y este de la naturaleza biológica, en el que juegan un gran papel las glándulas y su producción de hormonas.

Se establece la jerarquía en relación al individuo dominante frente al sumiso, que no es lo mismo que sometido. La diferencia radica en que el individuo sometido lo es después de sufrir malos tratos, mientras que el acto de sumisión es voluntario. La dominancia y la sumisión es la relación que el individuo manifiesta ante determinadas circunstancias, no siendo  un carácter absoluto, sino relativo a la situación y/o al entorno. Un individuo dominante controlará sus impulsos ante una situación estresante, mientras que un individuo sumiso se derrumbará si no tiene a un individuo dominante controlando la situación. En el mismo sentido, cuando paseamos con nuestro perro atado y, al cruzarnos con otro perro manifestamos temor, inconscientemente mandamos al perro una señal en forma de expresión corporal que nos coloca en situación sumisa, es decir, la situación nos controla. Al perro no le queda más remedio que adoptar la posición dominante, pero si tiene carácter inseguro, reaccionará con violencia contra el otro perro.

Todos los perros son inseguros cuando son cachorros, por eso necesitan a un individuo de carácter dominante junto a ellos para sentirse protegidos, alguien a quien respetar que les de reconocimiento, y alguien sabio que les guie espiritualmente. Si su cerebro no pierde energía en proporcionarse esas tres cosas por su cuenta, pueden desarrollarlo a unos niveles impresionantes, a unos niveles en los que nuestros conocidos dirán: “tu perro tiene una persona dentro”. Ese es el objetivo del amaestramiento.

La dominancia es, pues, la influencia que ejercemos en el entorno y en los individuos que hay en nuestra zona vital. La sumisión solo se debe manifestar hacia el individuo dominante, pues permitir que la situación domine al perro, (o a nosotros), al no aprender a controlar la situación, no le permitimos desarrollar el conocimiento necesario para ganar seguridad en sí mismos, y tendremos problemas de adulto de miedos, ansiedad, agresividad, estereotipias, etc. etc.

Una vez que hemos establecido la jerarquía podemos empezar a tratar los problemas por actitudes inadecuadas según su naturaleza, y reprimiendo las conductas intolerables.

La diferencia entre una conducta inadecuada y otra intolerable estriba en que la inadecuada se debe mayormente a una mala educación o a algún problema fisiológico del perro, mientras que se considera intolerable conductas agresivas y violentas. Estas últimas deben ser reprimidas inmediatamente, sin violencia pero de forma enérgica. Si permitimos que un cachorro se salga con la suya después de una actitud intolerable daremos pie a que de adolescente esa conducta empeore.

 

La selección del perro.

 

A la hora de elegir un perro no nos podemos dejar llevar por romanticismos. Tenemos que hacer un ejercicio de meditación para poder centrarnos en la razón por la que vamos a adoptar uno, teniendo en cuenta las variables de nuestro entorno, si vivimos en un piso o en un chalet, en la ciudad o en el campo, en la playa o en la montaña. Hay que tener en cuenta que ese perro llegará a la edad adulta con una serie de necesidades que ya hemos dicho que nos corresponde a nosotros solucionarlas. Para ello hay que profundizar en varios aspectos como son la selección del cachorro según los parámetros de raza, carácter, tamaño, capacidades individuales.

La raza es el producto de una selección artificial en la que se han potenciado caracteres como el color del pelo, el tamaño, la adiestrabilidad, y el carácter. Antes de adoptar un perro deberíamos saber qué es lo que queremos. Si queremos un perro de compañía, deberíamos abstenernos de buscar razas de carácter fuerte, pues este tipo de perros suele tener necesidad de mucho ejercicio. En realidad el carácter de la raza, aunque depende en gran parte de la genética, se puede mejorar trabajando sobre el temple, y educando al instinto. Pero si lo que queremos es un perro “mascota”, deberíamos buscar un perro al que la herencia le ha predestinado a serlo, como un bichón.

El tamaño es esencial cuando queremos un perro. Hay que tener en cuenta de que cuanto más grandes son, más altas son sus necesidades alimenticias. Y más espacio ocupará en la casa. Supongo que a nadie que viva en un piso de 40 metros se le ocurrirá adoptar a un pastor del Cáucaso, pero visto lo visto, es cierto que hay gente para todo.

El sexo, la edad, son también factores a tener en cuenta. Un macho y una hembra tienen necesidades especiales distintas, aunque las esenciales son las mismas.  Y problemas distintos. Una hembra en celo puede dar lugar a que surja rivalidad entre machos y no podamos evitar una pelea entre dos animales que se hayan criado juntos. En ese caso, quizás debamos plantearnos la castración como método de cambiar la conducta mediante el método de eliminar las glándulas productoras de testosterona en los machos, o de los ovarios en las hembras.

También tendríamos que tener en cuenta que un perro feliz es aquel que cumple un rol dentro de la casa. Si tenemos un perro de carácter fuerte, como un bulldog, no es mala idea que en el futuro realice unas pequeñas tareas como “vigilante”. El perro también necesita sentirse útil.

Estando ahora en auge las especialidades deportivas en las que se forma equipo con el perro, como el canicross, no sería mala idea buscar algún perro de carácter equilibrado que le guste el juego. O uno tranquilo y cariñoso para perro de compañía.

 

La conducta.

 

Normalmente se cree que adiestrar a un perro es un proceso largo y complicado. Y en realidad no lo es tanto. Llegados a estas alturas, el lector ya debería intuir que la mejor forma de adiestrar a un perro es ponerle límites. Pero, ¿qué son los límites?

La misma conducta tiene varios niveles, básicamente la misma conducta puede ser correcta, inadecuada o intolerable depende de la circunstancia. Por ejemplo, imaginemos a un vigilante de seguridad con apoyo canino. Si el perro ladra cuando detecta la presencia de un intruso y se pone a la defensiva, es un comportamiento correcto, pues su función es detectar esa variable. Si ladra sin ningún motivo y de forma convulsiva, es un comportamiento inadecuado, pues está alterando el silencio necesario para que la parte humana del equipo desarrolle su función. Y si ladra y se pone a la defensiva contra el inspector de zona, es un comportamiento que al principio es inadecuado y se puede convertir en intolerable si ataca al compañero. Por lo tanto, el límite lo ponemos nosotros.

 

Nosotros tenemos que valorar inmediatamente la conducta de nuestro perro y actuar instintivamente ante los diversos comportamientos. Y el premio y el castigo dependen de nuestra capacidad de transmitir sentimientos con el lenguaje corporal. Si somos capaces de transmitir esos sentimientos veremos como el perro avanza cada vez más rápido en el aprendizaje.

 

Si el comportamiento es correcto, debemos darle el debido reconocimiento con caricias y cariño. Si es inadecuado, una leve corrección debería bastar, siempre y cuando ese comportamiento inadecuado no se transforme en intolerable por no corregirlo en el momento en el que se manifiesta. Por ejemplo, dos perros machos juegan a pelear. Se puede valorar como un comportamiento normal, (no correcto, porque jugar a pelear no es un juego inocente porque busca el establecimiento de una jerarquía. Tarde o temprano, si los dos perros tienen un carácter dominante se llegará a una serie de peleas que sólo terminaran cuando una de ellos ceda. Y a veces esto no sucede nunca. Por lo tanto no debemos permitir que los perros jueguen a pelear, sobre todo si vemos que se lanzan mordiscos al cuello. Otra cosa es si uno le muerde la pata trasera a otro a la altura del corvejón. Esto último sí es una incitación al juego. En estos juegos de violencia debemos estar al tanto de la expresión corporal de los perros. Si antes de empezar el juego agachan las patas traseras y miran de frente al otro moviendo el rabo es una expresión que significa que todo lo que pase es en broma. Si este juego empieza desde una posición dominante, es una señal de alarma. Debemos parar el juego inmediatamente.

En definitiva, cualquier tipo de agresión, desde un gruñido  hasta un mordisco, son comportamientos intolerables si lo que queremos es un perro que no sea de guardia y defensa. E incluso estos perros tienen sus límites marcados, como hemos dicho más arriba.

 

La conducta de un perro depende de los límites que le pongamos desde pequeñito. También la “licencia de cachorro” tiene sus límites, aunque hay que tener en cuenta que una de las consecuencias en caso de enfermedad es el mal humor con el consiguiente  cambio de carácter, aunque siempre la agresividad es intolerable.

 

 

Adiestramiento y amaestramiento.

 

Los animales se pueden clasificar según su relación con el hombre de diversas maneras. Animales salvajes y domésticos. Dentro de los domésticos en animales de granja, de trabajo, y mascotas.

 

Los perros, al igual que caballos, burros, bueyes, camellos y llamas, son animales de trabajo, que han sido seleccionados por sus capacidades físicas para realizar funciones especializadas dentro del entorno del hombre. Así, la clasificación de razas de la RSCE se basa en el trabajo que realizan. Pero aun así, los perros, al igual que los otros animales de trabajo, necesitan ser instruido en la labor que va realizar.

 

El aprendizaje de un animal de trabajo tiene dos objetivos: el adiestramiento y el amaestramiento. El adiestramiento, al igual que la doma, es un procedimiento en el que el animal se somete al hombre contra su voluntad, reconociéndole la total dominancia sobre la situación. En el amaestramiento, el animal tiene la potestad de someterse o no, dependiendo de que la situación lo requiera. Un perro adiestrado es un perro sometido, mientras que un perro amaestrado es sumiso o dominante, pero siempre respetuoso y equilibrado. En el adiestramiento domina la cadena, en el amaestramiento el respeto.

 

El perro amaestrado tiene infinitamente más posibilidades y capacidades que el perro adiestrado, pues es capaz de resolver situaciones por sí mismo sin la necesidad de la aprobación o corrección del humano. El perro que ha sido adiestrado solamente podrá resolver un problema si además ha sido amaestrado. De ahí la gran importancia de establecer límites. Un perro amaestrado mirará a los dos lados de la calle y sólo cruzará si no vienen coches. Es más, sólo cruzará por el sitio por donde crucen los peatones. Y puede llegar a ayudar a personas invidentes a cruzar la calle sin que hayan sido adiestrados para ese fin, de motus propio.

 

En el amaestramiento es esencial saber interpretar perfectamente las señales que nos manda el perro, de ahí que un perro amaestrado puede  “amaestrarnos” a nosotros en el lenguaje canino. Sólo tenemos que ser lo suficientemente humildes para aceptar que también ellos pueden decirnos cosas.

 

Y, sobre todo, tener paciencia. Las claves para amaestrar a un perro las podemos aprender en una sola tarde, porque en realidad sólo se basa en tres factores: cariño, respeto y fuerza de voluntad. Y en tres directrices: límites, límites y límites. Pero tener un perro amaestrado es cuestión de meses, en los que tendremos que desplegar una gran dosis de paciencia y tranquilidad, y no dejarse vencer nunca por los comportamientos intolerables. Si los arrancamos en cuanto aparecen nuestro pero será más gobernable en la primera fase de su desarrollo, en las que tiene que someterse a las dos únicas ordenes necesarias: “quieto” y “ven aquí”, o a sus variables, como “chist”, “eh”, “cam” “auss”, etc. estas órdenes y el sometimiento que implican son la base de la corrección de los comportamiento inadecuados, en los que al primer síntoma debemos aplicar un “quieto” seguido de un “ven aquí”. El perro comprenderá que ha hecho mal cuando manifestamos nuestro enfado. El perro al principio nos preguntará con una mirada si su actitud es la correcta, si necesita corrección, y es nuestro deber ser sus guías espirituales para que puedan alcanzar la felicidad haciendo lo que mejor se les da: Ser perros de provecho.

Como ejemplo este video de como se implanta la orden de calla. 
http://www.youtube.com/watch?v=u7pk4Yb0Gq4&feature=youtu.be

Habituar al perro a estimulos externos
http://www.youtube.com/watch?v=sBcRVW5gljk&feature=youtu.be

Más sobre habituación, con mejora de temple

http://www.youtube.com/watch?v=J7Xc63mr4xA