Los individuos que se organizan en grupos sociales ocupan
distintos status dentro de ese grupo dependiendo de lo que aporten a ese grupo.
El status más elevado es el del proveedor de recursos y por
debajo de él, todos los demás.
Según ese status, el proveedor (o proveedores) de recursos,
que llamamos líder porque todos se preocupan de estar cerca de él, suele mostrar
una actitud dominante con respecto a los otros miembros del grupo, que ocupan
puestos más o menos cercanos dependiendo de su carácter. A carácter más fuerte,
más cerca del líder. Esa actitud es su rol.
Podríamos pensar que hay una jerarquía, pero no es así, ya
lo hemos explicado en una entrada anterior. Es sólo una cuestión de status.
El status es el rango que un individuo ocupa dentro de un
grupo. Pero a diferencia con una disposición jerárquica, no es él el que decide
estar ahí, es el resto del grupo el que le coloca ahí. A superior status, más
responsabilidad. Y la principal responsabilidad es ejecutar un rol adecuado. Status = escala social.
El rol está formado por todas aquellas responsabilidades
propias al status, y que deben ser asumidas por el individuo que ostenta ese
status. Según ese status, el grupo concede determinadas licencias tanto a los
individuos de la parte alta como de la parte baja.
Y como hemos dicho más arriba, la parte más alta es la del
proveedor de alimentos, y la más baja, la de los cachorros. Rol = derechos y deberes según el status.
No debemos humanizar nuestra relación con los perros,
simplemente por que ellos son perros y nosotros humanos, no somos ni más ni
menos, solamente distintos. Tratar de establecer una jerarquía con los perros
es un error, pero sí hay que mantener una relación de status con ellos. Y no es
por ningún Ego clasista ni nada parecido, es simplemente por crear un hábitat
adecuado para ellos. Para facilitar su crecimiento interior hay que
proporcionarles un hogar seguro, en el que el alimento, el abrigo y el cariño
no falten, y en el que se puedan acoger a la seguridad de un “líder” fuerte. Además,
dejemos la hipocresía fuera. La mayoría de los defensores más fanáticos de los
perros los sacan a pasear con cadena y algunos con bozal. Será porque no se
fían de ellos. (O por las ordenanzas municipales, claro
)
El
artículo 5º de la declaración universal de los derechos del animal dice en su
apartado a:
Todo
animal perteneciente una especie que
viva tradicionalmente en el entorno del hombre, tiene derecho a vivir y crecer
al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de sus
especie.
Y esto incluye a los
perros.
Una familia humana en
su relación con sus perros, es un grupo que debe estructurarse de forma
natural. La parte alta del grupo debe estar asumida por el proveedor de
alimentos, estando el perro en el status de cachorro, dándole más
responsabilidades según vaya creciendo, hasta ocupar el puesto inmediatamente
inferior al proveedor de alimentos. No quiere decir esto que debamos anteponer
el perro a cualquier miembro de la familia, precisamente queremos decir todo lo
contrario. El perro debe asumir que no está por encima de nadie dentro del
grupo, y también que no necesita pelear para conseguir ningún tipo de derecho
social. Todo esta concedido de antemano. Así entenderá que no tiene que atacar
a nadie que se siente a nuestro lado, que no tiene que pelear por la comida o
por juguetes, que no tiene que marcar territorialmente ningún sitio de la casa,
etc.
Cuando adoptamos un perro, deberíamos tener en cuenta esa
disposición natural a la asunción de un determinado status, así como la
querencia a ascender en la escala social. Esa querencia obedece al natural
desarrollo psico-emocional de cualquier individuo, independientemente de su
especie. No podemos pretender que un humano siempre sea un niño, ni que un
perro siempre sea un cachorro. El perro también debe superar unas fases
psicológicas que son producto de su desarrollo mental.
Al adoptar un perro debemos tener en cuenta sus necesidades
como individuo, y nosotros somos los responsables de dárselas. Y esas
necesidades no es sólo comida y cama, también todas las relativas a su
desarrollo psico-emocional.
Los perros tienen
derecho a ser adultos. Y nosotros la obligación de facilitárselo.
Convivir con un perro adulto es una experiencia casi
religiosa. Un perro adulto conoce su función dentro del núcleo familiar, las
labores que debe realizar, defiende a los individuos más débiles y al entorno,
es un buen compañero de juegos. El perro adulto es un buen psicólogo, no sólo
capta nuestros cambios de humor, si no que nos ayuda a superar los estados
negativos de la mente. A nosotros nos gusta echarnos unas risas de vez en
cuando independiente mente de la edad, los perros siempre estás dispuestos a
echarse unas risas. Esa disposición la podemos utilizar para realizar
actividades lúdicas, deporte, juegos, o simplemente compartir el tiempo.
Muchas veces pensamos como caer bien a la gente. Pues se
puede ejercitar esta cualidad “cayéndoles bien” a los perros. Los perros
reaccionan a los estados de ánimo, unos
son atractivos y otros antipáticos. El estado más atractivo que hay es el de la
simpatía. Practicando la simpatía con los perros conseguiremos mejores
resultados y más rápido.
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