viernes, 5 de julio de 2013

LA IRA INTERIOR, UN TRASTORNO EMOCIONAL.


        La ira interior, un trastorno emocional.

 

 

La ira interior es un sentimiento que produce malestar anímico. Aunque en algunos casos es consecuencia de algún problema orgánico, en la mayoría de los casos es un síntoma de frustración, una especie de síndrome por el que parece que “tenemos las manos atadas”. Y lo su efecto es devastador, pues anula la simpatía, que es nuestra tarjeta de visita en las relaciones sociales.

 

Lo más frustrante de este sentimiento es que no somos capaces de darle un origen, por lo que nos es difícil deshacernos de él. Cuando sale fuera podemos llegar a tener algún altercado con gente de nuestro entorno, enturbiando las relaciones familiares. La gente de nuestro alrededor nos deja de lado, pues para ellos es “nuestro carácter”, y no es verdad, nosotros no somos así.


Aunque los gatos tienen un carácter más independiente, también pueden despertar nuestro lado más tierno.
Y este sentimiento, ¿en qué afecta a nuestros perros? Ya hemos visto que la forma que tienen de relacionarse es compartiendo precisamente eso, sentimientos. Cuando mostramos ira, aunque sólo sea con la mirada, ellos lo interpretan como que estamos enfadados con ellos, y se apartan de nuestro lado. Ese mismo comportamiento es el que expresan los humanos con los que nos cruzamos, y es que inconscientemente mostramos nuestra ira a través de la mirada, en una forma que vamos a llamar “los ojos del tigre”. Realmente se nos pone mirada de asesinos.



 

Pero aunque no podamos saber su origen, y es que a veces será imposible encontrarlo, podemos trabajar para mejorar con unos sencillos ejercicios en los que nuestro inseparable compañero de cuatro patas es una parte importante. Es uno de esos ejercicios en los que el perro se convierte en nuestro guía espiritual.







Los perros siempre nos agradecerán nuestra simpatía con un gesto amable.



 

El ejercicio es sencillo: nos sentamos en una silla y llamamos al perro con la mirada. Iremos cambiando los gestos hacia unos más amables y/o simpáticos, o miradas que sugieran juego, caricias, aprobación. El objetivo del ejercicio es conseguir que nuestro perro se siente delante de nosotros sin hacer ningún gesto, sin hacer ninguna llamada de atención. Solamente con la mirada.


 

El efecto del ejercicio es inmediato si somos capaces de expresar simpatía

 

Una vez más nuestro perro se convierte en nuestro guía espiritual. Cuando consigamos la mirada o el gesto facial que hace que nuestro perro se acerque, y si lo hace con la cabeza agachada y moviendo la cola, mejor, y si esboza una sonrisa es que hemos triunfado, guardaremos esa mirada en nuestra memoria, pues será la cara con la que salgamos a la calle la próxima vez. ¡Que grata sorpresa os aguarda a los que superéis el ejercicio! Y los que no, no os desesperéis, se trata de llegar a un estado de relajación. No pasa nada si el perro no viene las primeras veces, seguramente está desconcertado. Dadle tiempo para que se acostumbre a vuestra recién nacida simpatía.

 

Lo más importante es que aprendamos que si la paz y la tranquilidad son la semilla de la felicidad, la simpatía que mostramos hacía los demás es abono que la hace crecer grande y fuerte.

 

Sed felices, es lo único por lo que todavía no os cobran nada.

 

 

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